La primera impresión es la más importante, dicen por ahí, pero si me pidieran que fuese honesto y mostrara quién soy tendría que contar una larga historia, quizás para excusarme por todo el daño que he causado o para sentir que he hecho algo, que mi historia merece ser contada.
Ahora que por fin me he encontrado y que ya no me importa lo que puedan decir, ahora sí quisiera que dijeran algo, así que sin más preámbulos dejaré aquí un breve resumen de cómo llegué a este punto de volver a escribir públicamente.
Los meses de cuarentena, mitos y conspiraciones, ansiedad, depresión y amigos imaginarios trajeron consigo una necesidad por evadir constante el pensar de más, mantenerme ocupado para no pensar en el sinsentido de la vida misma y cada cosa que detesto de ésta, para no pensar en amores pasados y en los corazones rotos que han quedado en el camino.
Sin embargo siempre hay tiempo para los días malditos, cuando el peso de tu mente no te permite levantarte de cama. La resaca que dejó el pasado, la ansiedad que me produce el futuro, el miedo que tengo de volver a caer y esa estúpida moral que me hace avergonzarme de lo que he hecho se apoderan de vez en cuando de mí y entonces me convierto en un espectro.
Por más que trate de avanzar parece que siempre resulto en el mismo lugar, no importa el bien que le haga al mundo el mundo no dejará de ser una mierda y me veo en la necesidad de quedarme en mi pieza con mi maldita mente que sabotea todo lo que toco dejándome consumir por las ganas de nunca haber existido para no tener que pasar por la vergüenza que me da contradecirme a diario.
Amigo lector, amigo imaginario, debo confesar que vuelvo a la escritura para ahorrarnos las preguntas que puedan traer consigo mis actos, para evadir también, claramente; pero sobre todo para saber qué carajos estaba pensando cuando decidí sentarme a escribir nuevamente.